El estado de nuestro mundo actual

Cualquier ser humano puede darse cuenta del mal que actúa en nuestro mundo. Hasta los niños son testigos de las injusticias que muchos seres humanos sobreviven a diario. Los estudiosos saben que el mal que parece gobernar nuestras sociedades tiene sus raíces históricas. Cuando entramos en cualquier círculo social, sea político, económico e incluso religioso nos damos cuenta que lo que más mueve la cosa es el egoísmo, la avaricia y el orgullo. Nuestro mundo está perdido.

 

Sin embargo, nuestro Dios nos hace una promesa. Dios está reconciliando la creación consigo mismo. Dice que habrán nuevos cielos y nueva tierra. No habrá más llanto ni dolor. Dios nos revela a través de Juan que todos los pueblos se reunirán algún día para rendirle culto a él.

 

Muy buena la promesa de Dios. ¿Pero qué vamos a hacer mientras tanto? ¿Hay remedio para este mundo? ¿ Será que nos toca aguantar no más, hasta el día de juicio?

 

Hay tres posibles respuestas:

 

1.) No podemos hacer nada. Éste mundo está cada día peor, cada día más corrompido. Se están viendo perversidades que la humanidad jamás había visto. Como no se puede hacer nada, cuida lo tuyo y los tuyos. Intenta disfrutar lo que puedes de esta vida porque algún día se tiene que acabar.

 

2.) Menos mal soy cristiano y Dios me ha salvado de todo esto. Claro, de vez en cuando, me salpica el mal que hay en el mundo. Pero por lo menos, no estoy bien metido. Siento lastima por las personas que desconocen de Dios y de la vida que podrían tener si sólo obedecieran a Dios.

 

3.) El mundo está así porque Dios nos dio libre albedrío. Muchos han elegido obrar mal pero yo he decidido obrar bien para el bien de todos. Dios está reconciliando su creación consigo mismo, tanto los seres humanos como la tierra. Yo soy un agente de esta transformación que Dios está realizando. Vivo en su reino, estoy sintonizado con él y con lo que él quiere hacer en este mundo. En vez de sentir lastima por la gente que sufre a causa del mal que hay en el mundo, siento compasión. Y cuanto más veo, más ganas tengo de servirle a mi Dios. Estoy esperando esos nuevos cielos y esa nueva tierra pero también estoy pendiente de compartir la promesa de Dios para que más puedan evitar el mal de este mundo y gozar del nuevo con todos los redimidos de Dios.

 

C.S. Lewis escribió, «Los cristianos que más hicieron por el mundo presente fueron precisamente aquellos que pensaron más en el venidero. Fue a partir de que los cristianos comenzaron a pensar menos en el otro mundo que se hicieron más ineficaces en éste. Apunta al cielo y también le darás a la tierra; apunta a la tierra y no le darás a ninguno.»

 

Que Dios nos guíe en nuestro esfuerzo para compartir el evangelio de Cristo Jesús. Que sintamos con el corazón de Dios para que podamos ver el mundo a través de sus ojos. La política no salva y a veces, tampoco mejora mucho nuestras vidas. Cristo sí salva y nos da vida en abundancia. ¡Vamos, orando y obrando!

Liderazgo cristiano

Mi hermano, Michael Hanegan en su blog escribió la siguiente lista de características que definen a los líderes cristianos. Me gustó mucho y la quería compartir aquí en mi blog en castellano.

 

Liderazgo cristiano:

 

1. Los líderes combinan coherentemente el testimonio de individuos, de la iglesia y del narrativo bíblico.

 

2. Los líderes entienden la unidad de la deidad, la cual contextualiza y da forma a su misión.

 

3. Los líderes ayudan a formar una identidad corporal en la iglesia con una postura escatológica.

 

4. Los líderes confían en la guía y la capacitación por medio del Espíritu Santo y ayudan a los demás a hacer igual.

 

5. Los líderes se preocupan más por el reino de Dios y la formación de los creyentes que programas y propiedades.

 

6. Los líderes no se imponen, viven en solidaridad con los creyentes que juntos a ellos disciernan la voluntad de Dios.

 

Atrévete

Esta noche fui a pasear por el barrio donde crecí. Hay un pequeño camino que lleva a un parque atravesando diferentes barrios. Cuando chico me encantaba ese camino porque allí me sentía verdaderamente libre. Primero, no tenía celular, de hecho, nadie tenía celular así que no me podían llamar a casa. Por lo tanto, allí podía hacer como yo quería. Segundo, era siempre una aventura porque habían muchos otros caminos que brotaban de ese camino. Cada viaje era una nueva aventura.

 

La primera vez que tomé ese camino hace más de quince años tenía miedo. Era un camino totalmente desconocido. Extendía mucho más allá de mi barrio donde yo conocía la movida. Pero después de haber elegido ese camino desconocido, nunca me arrepentí. Fue conocer un nuevo mundo con bonitos paisajes y diferentes  caminos. Aunque no se compara con el armario de Narnia, para mí, era algo maravilloso. En estos momentos significaba un peligro y también bendición.

 

El peligro era que me confundiera y no pudiera volver a casa. De hecho, pasó una vez. Yo había desviado del camino principal buscando otros atajos y nuevas aventuras. Fue después de largo rato que volví a encontrarme con una calle principal que me dirigió a casa.

 

La bendición se hallaba no solamente en el destino, el hermoso parque con pintorescos árboles y un pequeño lago, sino con el mismo trayecto. Fue un abrir de ojos a un nuevo mundo que le parecía muy grande a un niño de tan poca edad.

 

Muchas veces, como cristianos, no nos atrevemos a buscar nuevos caminos donde posiblemente espera la bendición de Dios. A veces en nuestra búsqueda de la voluntad de Dios, nos conformamos con los caminos conocidos, los caminos donde fácilmente regresamos a casa. Pero también en estos caminos hay un peligro – el peligro de no alcanzar la bendición de Dios.

 

Yo he conocido mucha gente que aspiran hacer grandes cosas para Dios. Me imagino que Dios también tiene grandes aspiraciones con ellos. Lamentablemente, muchos de ellos se detienen. Nunca hacen cumplir este sueño de entregar sus vidas tal como habían anhelado por miedo al peligro del camino. En el camino de la voluntad de Dios siempre habrán atajos atractivos que te alejan de él. Pero también habrá el gran parque de la recompensa esperando él que sigue hasta el final.

 

Cualquier que dice que no le da miedo ir donde Dios llama es poco honesto. Tal como Dios llamó a Abram a lugares desconocidos y con poca preparación, Dios hará lo mismo con nosotros si estamos dispuestos a dejar nuestra tierra natal en búsqueda de Su voluntad. Hay peligro por el camino pero aún peor sería perder la bendición que espera al valiente que procura el camino.

 

Atrévete. Atrévete a seguir el camino dondequiera que te lleve, esperando hallar bendiciones en camino hasta alcanzar la máxima bendición que Dios nos puede regalar, Su plena presencia.

La sequía espiritual

La sequía nos recuerda de nuestra necesidad de Dios y la lluvia de su bondad.

La semana pasada todos los venezolanos estábamos pendientes de la carencia de lluvia en nuestro país. Hemos experimentado una de las sequías más fuertes en los últimos años. ¡Se sentía en el aire, se notaba en el Ávila y cuánto no hablamos de la falta de lluvia!

Además de la sequía natural, hay una sequía espiritual. Se siente en el aire y se nota en las vidas destrozadas por el pecado. Sin embargo, esa sequía pasa desapercibida o se le atribuye a otras cosas como la política o a los tiempos en que vivimos.

Cuando la Biblia habla de sequía es para recordarnos de nuestra necesidad de Dios. Lamentablemente, no todos estamos sensibles a esta necesidad. Al andar por el centro bajo el sol penetrante sentimos sed y buscamos agua. Al andar por la vida rodeados por tanto pecado y corrupción tenemos hambre y sed de justicia mas no siempre buscamos la fuente de justicia quien es Dios.

Dios quiera que cada uno nos demos cuenta de nuestra necesidad de Él. Que no sigamos llenando nuestras vidas de cosas que más bien nos distraen y nos alejan de Él. Que podamos buscar servir y agradarle al Señor y nadie más para que cuando venga la lluvia, podamos reconocer que es la bondad de Dios, su infinito amor para nosotros.

Oh Dios, tú eres mi Dios;
yo te busco intensamente.

Mi alma tiene sed de ti;
todo mi ser te anhela,
cual tierra seca, extenuada y sedienta.

Te he visto en el santuario
y he contemplado tu poder y tu gloria.

Tu amor es mejor que la vida;
por eso mis labios te alabarán.

Te bendeciré mientras viva,
y alzando mis manos te invocaré.

Mi alma quedará satisfecha
como de un suculento banquete,
y con labios jubilosos
te alabará mi boca.

En mi lecho me acuerdo de ti;
pienso en ti toda la noche.

A la sombra de tus alas cantaré,
porque tú eres mi ayuda.

Mi alma se aferra a ti;
tu mano derecha me sostiene.

Salmo 63:1-8

El gran desafío

Estamos viviendo en momentos difíciles. Hay muchos que están abandonando la fe, dando su espalda a Dios. Ellos citan muchas razones por las cuales prefieren caminar solos por esta turbulenta vida. Entre tantas, dicen que Dios no contesta sus oraciones y que la iglesia está llena de hipocresía.

¿Qué esperaban cuando se bautizaron? ¿Quién les predicó? ¿Acaso no les dijeron que el camino es estrecho y a veces se hace largo y difícil?

A veces pareciera que Dios no contestara mis oraciones. A veces le pido y le pido y le pido y parece que no pasa nada. ¿Qué le estoy pidiendo? ¿Debería sorprenderme cuando Dios niega mi petición por algo que me va a alejar de Él? ¿Se me olvida que Dios siempre dice que sí cuando oro conforme a Su voluntad? ¿Por qué no le pido por lo que le agrada?

A veces pareciera que la iglesia está llena de hipocresía. A veces veo que dicen una cosa y después hacen otra cosa. ¿Dónde estoy yo metido? ¡Yo pensaba que formaba parte de una comunidad piadosa de los redimidos! ¡Si sólo entendiese la voluntad de Dios para la iglesia, que no es un club de santos sino un centro de rehabilitación de pecadores! Al verla así, ¡puedo entender porque Pablo saluda a los santificados en Corinto!

Hoy es el día de la Pascua, el día que celebramos a nivel mundial la resurrección de Jesús. Muchos viven como si Cristo no hubiese resucitado. A veces yo vivo como si Cristo no hubiese resucitado. Quizás yo haya dado pie para que la gente diga que hay hipocresía en la iglesia. Dejando el pasado atrás, hoy celebro la resurrección de Jesús y mi resurrección de la muerte. Hoy celebro que Su gracia me alcanzó, que a pesar de mi maldad, mi inconstancia, mi inmadurez, Cristo murió por mí.

Ahora le pido al Señor con fe y sé que me va a responder que Sí. Le pido que me santifique, que me mantenga siempre en Su camino. Le pido que siga lavando mis pecados y borrando toda mi maldad. Le pido que me perdone los pecados aún ocultos. Le pido que me moldee para yo llegar a ser todo lo que Él espera de mí.

A mi parecer, las personas que dan su espalda a Dios se rinden ante un gran desafío. El desafío no es discernir la voluntad de Dios en la oración ni comprender la piedad de los hermanos. El gran desafío es luchar todos los días. Dios nos provee un tremendo arma en la oración y un gran apoyo en la iglesia. Al negar el poder de la oración y al rechazar la comunión con los hermanos, nos ahorcamos con el nudo del orgullo. Nuestra desilusión con Dios y con la iglesia es realmente una ilusión óptica de Satanás.

Él que no escatimó ni a Su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él todas las cosas? En medio de tanta incredulidad y desilusión yo me aferro al Dios Altísimo. Llego con mi debilidad, mi flaqueza y me rindo ante el gran Alfarero.

Salvador, a ti me rindo y obedezco sólo a ti.
Mi guiador, mi fortaleza, todo encuentra mi alma en ti.

Te confiesa sus delitos mi contrito corazón.
¡Oye, oh Cristo, mi plegaría! Quiero en ti tener perdón.

A tus pies yo deposito mi riqueza, mi placer.
Que tu Espíritu me llene y de ti sienta el poder.

Yo me rindo a ti. Yo me rindo a ti.
Mis flaquezas y pecados todo traigo a ti.

Nuestra identidad en Cristo

Muchos cristianos al caer en pecado dicen, “bueno, pero a pesar de ser ya hijo de Dios, sigo siendo pecador. Todos somos pecadores.” ¿Será verdad?

Ciertamente, antes de ser salvos por la gracia de Dios, éramos pecadores. ¿Pero seguimos siendo pecadores? Muchas veces cuando pecamos, el hecho que apelamos a nuestra naturaleza de pecadores es como una excusa para quitarnos un poco el sentido de la culpabilidad. Es cuando realmente entendemos la obra de Cristo en la cruz para nosotros, que nos damos cuenta que ya no somos pecadores. Ya somos hijos amados de Dios.

Pecamos, sí, cuando deliberadamente elegimos el pecado. Pero el pecado ya no reina en nosotros como antes. Ya no tiene dominio sobre nosotros. Cuando pecamos, vivimos como si fuéramos pecadores. Cuando pecamos estamos negando nuestra verdadera identidad en Cristo Jesús. ¡Ya somos una nueva criatura! El pecado ya no nos caracteriza. Al decir que somos pecadores, negamos la obra de Cristo en nosotros.

Obviamente no dejamos nuestra naturaleza de pecadores atrás por nuestro propio mérito, sino por el mérito de Cristo. Revisan aquí las citas bíblicas para entender nuestra identidad en Cristo. Y jamás digamos que somos pecadores. Aunque pecamos, ya no andamos en tinieblas controlados por el pecado. Ya somos hijos muy amados de Dios.

Soy hijo de Dios – Juan 1:12

Yo he sido justificado y estoy en paz con Dios – Romanos 5:1

Soy libre de condenación – Romanos 8:1

Estoy vivo junto con Jesús – Colosenses 2:13

Yo no puedo estar separado del amor de Dios – Romanos 8:38-39

Estoy sentado con Cristo en las regiones celestiales – Efesios 2:4, 6

El Espíritu de Dios vive en mí – Romanos 8:9

Jesús es mi vida – Colosenses 3:4

Estoy siendo transformado a la semejanza de Cristo – 2 Corintios 3:18

¡Que Dios les bendiga!

El verdadero cristianismo

¿Cómo es que los santos se ven como clase aparte en vez de un ejemplo normal para los miembros de la iglesia? La respuesta a ésta pregunta se encuentra en el costo de la santidad. No se puede proclamar con demasiada claridad y frecuencia que el cristianismo es algo por lo cual hay que pagar un alto costo. Cuando soplan vientos de rumores que dicen haber hallada una nueva fe, libre de esfuerzo y tolerante de todo menos labor y dolor, es hora de denunciarla y decir que el verdadero cristianismo es la posesión más costosa en el mundo y que conoce un solo camino, el que pasa por el Calvario y aún tiene su único símbolo que es la cruz. Si un santo es alguien que se aproxima a la vida de Cristo, es evidente que es alguien que sufre por el hecho de llegar a Dios. Habían muchas maneras que Dios pudo haber salvado al mundo, pero fue limitado en su decisión, porque Dios sólo puede escoger “lo mejor,” y el camino que Él escogió fue el camino de sufrimiento, de la dura disciplina y severas pruebas. El hombre y la mujer quienes no están preparados para pagar el precio no pueden alcanzar la profesión de la santidad a la cual han sido llamados.

– R. Somerset Ward

Día de acción de gracias

Hoy en los Estados Unidos mi familia se va a reunir para comer y dar gracias a Dios. Hoy es el Día de acción de gracias en mi país natal. Es un día para celebrar en familia las bendiciones de Dios y darle gracias. Para muchos, este día es quizás más importante para la familia que el 31 de diciembre.

Este año no me puedo reunir con mi familia en Estados Unidos. De hecho, hace cuatro años que no he tenido la bendición de dar gracias a Dios desde la misma mesa con mi familia. Sin embargo, quería aprovechar este momento de reflexión para darles gracias a ustedes, mi familia en Sudamérica.

No es un secreto para nadie que no puedo visitar a mi familia con frecuencia. A pesar del saudade que me viene de vez en cuando, Dios es fiel en su promesa y me ha dado una nueva familia (Marcos 10:28-30). Quiero aprovechar este día de acción de gracias para agradecerle a Dios por su bondad y su fidelidad, por nunca dejarme solo y por siempre proveer por mis necesidades.

También quiero darles gracias a ustedes, mi nueva familia en Cristo Jesús. Aunque esté lejos de mi familia de sangre, yo sé que puedo contar con ustedes. No sólo eso, he aprendido mucho de ustedes, de su cultura y más importante de su amor para con Dios.

Que Dios los bendiga ricamente. ¡Los quiero mucho! Los dejo con uno de mis salmos favoritos.

Salmo de acción de gracias.

Aclamen alegres al Señor, habitantes de toda la tierra;
Adoren al Señor con regocijo.
Preséntense ante Él con cánticos de júbilo.
Reconozcan que el Señor es Dios;
Él nos hizo, y somos suyos.
Somos su pueblo, ovejas de su prado.
Entren por sus puertas con acción de gracias;
Vengan a sus atrios con himnos de alabanza;
Denle gracias, alaben su nombre.
Porque el Señor es bueno y su gran amor es eterno;
Su fidelidad permanece para siempre.

Salmo 100 (NVI)

No somos islas

Comenzamos a comprender la importancia positiva, tanto de los éxitos como de los fracasos y los accidentes de nuestra vida, únicamente cuando nos vemos en nuestro verdadero contenido humano, como miembros de una raza que está proyectada para ser un organismo y un “cuerpo.” Mis logros no son míos: el camino para llegar a ellos fue preparado por otros.

El fruto de mis trabajos no es mío, pues yo estoy preparando el camino para las realizaciones de otros. Tampoco mis fracasos son míos, sino que pueden derivar del fracaso de otros, aunque también están compensados por las realizaciones de esos otros. Por tanto, el significado de mi vida no debe buscarse únicamente en la suma total de mis realizaciones. Sólo puede verse en la integración total de mis logros y fracasos, junto con los éxitos y fracasos de mi generación, mi sociedad, y mi época. Pueden verse, sobre todo, en mi integración dentro del misterio de Cristo. . . .

Todo hombre es un pedazo de mí mismo, porque yo soy parte y miembro de la humanidad. Todo cristiano es parte de mi cuerpo, porque somos miembros de Cristo. Lo que hago también para ellos, con ellos y para ellos. Lo que hacen, lo hacen en mí, por mí y para mí. Con todo, cada uno de nosotros es responsable de su participación en la vida de todo el cuerpo. La caridad no puede ser lo que se pretende que sea si yo no comprendo que mi vida representa mi participación en la vida de un organismo totalmente sobrenatural al que pertenezco. Únicamente cuando esta verdad ocupa el primer lugar, encajan las otras doctrinas en su contexto adecuado. La soledad, la humildad, la negación de uno mismo, la acción y la contemplación, . . . la familia, la guerra y la paz: nada de esto tiene sentido si no está en relación con la realidad central, que es el amor de Dios que vive y actúa en aquellos a quienes él ha incorporado en Cristo. Nada, absolutamente nada tiene sentido si no admitimos, como John Donne, que “los hombres no son islas, independientes entre sí; todo hombre es un pedazo del continente, una parte del Todo.”

 

Los hombres no son islas

Thomas Merton

Lo que más importa

“Lo que más importa es cómo te ves a ti mismo.” Al revisar el perfil de un hermano de la iglesia encontré esa imagen. Suena bien, ¿verdad? ¡No importa lo que piensan los demás de mí! ¡Yo sé que soy buena gente y eso es lo que importa!

 Creo que como cristianos podemos fácilmente caer en la trampa de pensar que “lo que más importa es cómo te ves a ti mismo.” La escritura deja claro que ese tipo de pensamiento es engaño de Satanás. El hombre, sin Dios, no es capaz de reconocer su propia maldad. Necesitamos conocer a Dios y Su plan para nuestras vidas para darnos cuenta de nuestras fallas.

Uno de las artimañas más empleadas por Satanás es el orgullo. Ese pecado no nos permite vernos a nosotros mismos como Dios nos ve. Si no tomamos en cuenta la Palabra de Dios, fácilmente podríamos vernos como perfectos, o con muy pocos defectos. Podríamos creernos muy fuertes cuando en realidad somos débiles.

Cuando Dios nos dice que somos hijos de él (1 Juan 3), podemos dejar a un lado la percepción que tenemos de nosotros mismos. No hace falta un espejo ni un psicólogo para ayudarnos a descubrir quienes somos y de qué somos capaces. Somos hijos del Rey. Si es así, realmente no importa si somos fuertes o no porque Dios muestra su gran poder en nuestra debilidad. No importa si somos inteligentes porque nuestro Padre Dios es el autor de toda inteligencia y la sabiduría viene de él.

Mensajes como “lo que más importa es cómo te ves a ti mismo” son sencillamente filosofías humanitas y por lo tanto, no provienen de Dios ni de Su Palabra. Deberíamos cuidarnos. Suena bien, ¿verdad? Pero no está bien.

Lo que más importa es cómo Dios te ve.