De vez en cuando es bueno recordar quienes somos. El mundo nos dice que somos inteligentes o tontos, bonitos o feos, talentosos o incapaces. A veces nos dejamos llevar por la voz del mundo que nos lleva hacia la autosuficiencia y la autodestrucción. Al creer la voz del mundo, siempre nos alejamos de nuestro Padre. Por eso, tenemos que recordar quienes somos. ¡Fuimos redimidos y Dios tiene grandes planes para con nosotros!
Dice la Palabra que Dios llamó a Elías a través de un suave murmullo. Dios podía haber gritado, sonado la trompeta, hasta confeccionado una tormenta para llamar la atención del profeta. Sin embargo, sólo empleó un suave murmullo, un susurro. ¿Por qué? Dios no tuvo que agotar sus recursos para comunicar su voluntad al profeta porque Dios no le quería imponer su voluntad. Dios quiere que le obedezcamos libremente. Él no quiere nuestras obras, quiere nuestros corazones. Y un suave murmullo siempre hace bien al corazón.
Dios susurra mientras el mundo hace bulla. En medio de toda esa bulla está Dios, con un suave murmullo – llamándonos a casa. Nos cuesta escuchar el susurro de Dios y mucho más si no estamos atentos. Elías estaba atento, procurando ese contacto con Dios. Muchas veces nos dejamos llevar tanto que la bulla ahoga el suave murmullo. La verdad de Dios se pierde entre tanta mentira por nuestra propia desobediencia.
Somos el pináculo de la creación. Nuestro Dios se esmeró cuando nos hizo porque nos hizo para su propia gloria. Dejamos de glorificar a Dios cuando buscamos otro rumbo en la vida. La vida pierde sentido. A veces después de alejarnos de Dios, cuestionamos a Dios y le exigimos respuestas de porque nos va tan mal. ¿Hasta cuándo vamos a resistir el abundante y suficiente amor de Dios?
Tú eres hija de Dios. Tú eres hijo de Dios. Busca la gloria de tu Padre.
Proverbios 3:5-6 lo dice así: «Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas.»
Escúchalo, reconócelo y confía en él.