Este año yo doy gracias por . . .
La muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, la iglesia, mi familia, mis amigos, el latté de vanilla, mochachinos de Nescafé, enchiladas de pollo con queso (mi mamá las hace súper bien), ceviche, el canto a cappella, música jazz, swing y salsa, yerba mate, los panas, playas caribeñas, aprender nuevos idiomas, vuelos sobrecargados y demasiado largos, pagar por exceso de equipaje, esquivar choros en Caracas, el Metro alborotado, las pruebas y tentaciones de la vida cotidiana.
¡Doy gracias a Dios por lo bueno y por lo malo porque todas estas cosas hacen parte de la vida que Dios me ha dado! De todos modos, ¡no habrán ni choros ni vuelos sobrevendidos en los cielos! La bendición, la provisión y la providencia de Dios nos acuerdan de su bondad. Las cosas negativas en nuestras vidas nos acuerdan de nuestra necesidad de él.
Hoy estoy triste porque estoy lejos de mi familia, unos 8.786 kilómetros. Sin embargo, doy gracias porque hoy puedo almorzar con mis amigos y hermanos cristianos de diferentes países en Buenos Aires donde voy a comenzar a trabajar el año que viene. Jesús ha sido fiel a su promesa en Marcos 10:29-30.
—Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos, recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna.
¡Feliz día de acción de gracias y muchos abrazos y besos desde la Argentina!