Aquí les comparto una reflexión de Thomas Merton que me gusta mucho. Se encuentra en su libro, Los hombres no son islas.

Comenzamos a comprender la importancia positiva, tanto de los éxitos como de los fracasos y los accidentes de nuestra vida, únicamente cuando nos vemos en nuestro verdadero contenido humano, como miembros de una raza que está proyectada para ser un organismo y un «cuerpo.» Mis logros no son míos: el camino para llegar a ellos fue preparado por otros.
El fruto de mis trabajos no es mío, pues yo estoy preparando el camino para las realizaciones de otros. Tampoco mis fracasos son míos, sino que pueden derivar del fracaso de otros, aunque también están compensados por las realizaciones de esos otros. Por tanto, el significado de mi vida no debe buscarse únicamente en la suma total de mis realizaciones. Sólo puede verse en la integración total de mis logros y fracasos, junto con los éxitos y fracasos de mi generación, mi sociedad, y mi época. Pueden verse, sobre todo, en mi integración dentro del misterio de Cristo. . . .
Todo hombre es un pedazo de mí mismo, porque yo soy parte y miembro de la humanidad. Todo cristiano es parte de mi cuerpo, porque somos miembros de Cristo. Lo que hago también para ellos, con ellos y para ellos. Lo que hacen, lo hacen en mí, por mí y para mí. Con todo, cada uno de nosotros es responsable de su participación en la vida de todo el cuerpo. La caridad no puede ser lo que se pretende que sea si yo no comprendo que mi vida representa mi participación en la vida de un organismo totalmente sobrenatural al que pertenezco. Únicamente cuando esta verdad ocupa el primer lugar, encajan las otras doctrinas en su contexto adecuado. La soledad, la humildad, la negación de uno mismo, la acción y la contemplación, . . . la familia, la guerra y la paz: nada de esto tiene sentido si no está en relación con la realidad central, que es el amor de Dios que vive y actúa en aquellos a quienes Él ha incorporado en Cristo. Nada, absolutamente nada tiene sentido si no admitimos, como John Donne, que «los hombres no son islas, independientes entre sí; todo hombre es un pedazo del continente, una parte del Todo.»
Thomas Merton. (1966). Los hombres no son islas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.