La persona bendecida siempre bendice, y las personas quieren ser bendecidas. Este parece ser el caso por doquiera que uno vaya. Nadie recobra la vida a partir de maldiciones, rumores, acusaciones o culpas imputadas. Todo esto sucede demasiado a menudo a nuestro alrededor y sólo trae consigo oscuridad, destrucción y muerte. Como personas bendecidas, podemos caminar por este mundo y ofrecer bendiciones. Esto no exige demasiado esfuerzo, pues es algo que fluye de forma natural desde nuestro corazón. Cuando escuchamos en nuestro interior una voz que nos llama por nuestro propio nombre y nos bendice, la oscuridad deja de distraernos. La voz que nos llama ‘hijo amado’ nos dará palabras para bendecir a otros y revelarles que ellos no son menos bendecidos que nosotros.
Henri Nouwen, Life of the Beloved, 1992.